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"Labor caritativa y social en Barbastro" (hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, hermanita de los Ancianos Desamparados, Sor Ana, sierva de María).

En torno a 1936, había en Barbastro congregaciones masculinas -los escolapios, los benedictinos y los claretianos-, pero también las había femeninas, con la salvedad de que no consta ninguna beatificación de religiosas hasta ahora. Estas realizaban una labor social fundamental. Sufrieron persecución, pero no tuvieron mártires, lo que ha hecho que no se hablara de ellas ni de su labor durante la República y la Guerra Civil. 

Sor Begoña, hermanita de los Ancianos Desamparados:

Sí que hubo un martirio incruento, porque la casa de las Hermanitas estaba en la plaza de Ayuntamiento, que sirvió de cárcel, y enfrente de los Escolapios. Las Hermanitas, desde casa, oyeron todo lo que estaba ocurriendo. Así que la persecución se sufría interiormente. En su casa, además, estuvieron escolapios y claretianos ancianos. Las Hermanitas tenían prohibido todo testimonio de culto; a pesar de ello, celebraban la Eucaristía clandestinamente. Parece ser que ellas se sentían respetadas por el Ayuntamiento y por el Comité Revolucionario. Sobrellevaban la situación hasta que se vieron delatadas por una de las Hermanitas; a partir de ese momento sí se inició un poco de persecución, y tuvieron vigilancia estrecha las que se quedaron. Hubo dos que salieron hacia Lérida junto con otras dos hermanas Siervas de María. La Congregación sí tiene mártires: dos de Requena -beatificadas con los mártires de Valencia-. Y tuvo consecuencias en la casa madre, porque la convirtieron los revolucionarios en cárcel; y a las Hermanitas las sometieron a falsos fusilamientos. Se sabe que una de las milicianas valoraba la labor de las Hermanitas, y por las noches les llevaba alimento; y las ayudaba a celebrar la Eucaristía. 

Las Siervas de María llevan también mucho tiempo en Barbastro, ayudando sobre todo a los enfermos:

En 1936 había unas diez hermanas en la comunidad. Con motivo de la persecución tuvieron que abandonar la casa el 25 de julio de ese año; y esta quedó inhabitable. Como se dijo antes, ellas no sufrieron martirio de sangre, pero sí vivieron las palabras de San Pedro con las que animaba con la presencia de Cristo en padecimientos compartidos por Él. Al terminar a contienda, el pueblo de Barbastro quiso que las siervas volvieran por su labor con los más necesitados y para levantar la moral de la población. Limpiaron la casa de forma que pudieran instalarse. Luego fue aumentando la comunidad y retomando poco a poco su labor. Sí fueron martirizadas cuatro de la hermanas en diciembre de 1936, en Pozuelo de Alarcón, cuando estaban en la enfermería de Madrid: fueron beatificadas por el Papa Francisco.

 

Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl tienen a la hermana Francisca como portavoz: explica la trayectoria de las mismas en Barbastro, que comienza en 1792 con la fundación de una escuela pequeñita para las niñas sin recursos. En la Guerra Civil tienen que dejar el colegio; les permiten estar en las casas por la labor que realizaban. Y las hermanas pasaron por todas las situaciones que les pusieron, hasta que les dijeron que se tenían que marchar. Trabajaron en comunidad con las Siervas de María continuando con su labor social hasta que las sustituyeron personas adeptas al régimen. Cuando terminó la Guerra, comenzaron de nuevo la labor caritativa en la Casa Amparo y el colegio. Fueron mujeres muy valientes, apasionadas con lo que hacían y con un profundo Amor a Jesucristo y a los pobres y necesitados. 

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