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Rvdo. Juan Manuel Cabezas Cañavate: "La labor caritativa y social de los mártires de Cuenca".

Don Juan Manuel Cabezas comenzó su intervención entre agradecimientos, señalando el gran bien de las Jornadas para la Iglesia, por el ejemplo que suponen nuestros mártires. 

1000 testigos interrogados para más de doscientas causas de los mártires de Cuenca dan fe de la labor caritativa y social de los mártires de la provincia. Todo esto demuestra que lo que contamos está más que documentado.

Recordando las palabras de Jesucristo "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28), aludió a la importancia de los mártires por su seguimiento hasta las últimas consecuencias de Evangelio. Pero también es necesaria la atención al cuerpo; y todo buen cristiano ayuda al hermano a solventar las necesidades que tiene el cuerpo... Y en eso, los mártires brillaron.

Cuenca era una diócesis que no tenía una problemática social destacada, pero sí había, como en todos los sitios, personas necesitadas. Sin embargo, había gran sensibilidad social por parte del clero. E iniciativas en ese sentido.

Don Cruz Laplana, obispo de Cuenca, dejó todo por el servicio a Cristo. Con clara conciencia de que era inconcebible la existencia de pobres allí donde estuviera presente la Iglesia, puso todo cuanto tenía a disposición de los más necesitados; pagaba incluso becas, con lo que pronto gastó su capital familiar. En 1922 llega como obispo a la diócesis de Cuenca; por aquel entonces no había responsables de la caridad ni de Acción Católica. Atendió especialmente a la formación social de seminaristas y seglares. Los formaba para que pudieran actuar correctamente tanto en la vida social como política. A partir de 1934, intensificó el deseo de contar con gente encargada del apostolado social. Pero su labor no terminó en Cuenca, sino que fue más allá; por ejemplo tuvo relación con México y su persecución religiosa, donde prestó su ayuda; incluso proyectó la creación de un seminario mexicano y ordenó a algunos de sus seminaristas.

Al igual que el obispo, hubo muchos sacerdotes que brillaron por su labor caritativa. Don Joaquín Ayala Astor, por ejemplo; pronto fue puesto en las listas negras de eliminación por su capacidad de denuncia. Otro nombre destacable es Don José Merino Pérez, predicador incansable de la Doctrina Social de la Iglesia, enamorado de los pobres.

Don Fernando Pastor de la Cruz repartía entre los pobres el fruto de su trabajo: "Gaste usted el dinero que me queda en la compra de mantas para estos pobres" escribía a su padre recién llegado a la parroquia de Motilla del Palancar. Cuando las leyes de la República dejaron sin dinero a los sacerdotes, creó una imprenta para dar, con sus ganancias, de comer a los necesitados. Como en la mayoría de los casos, la gente del pueblo no fue capaz de matarlo, sino personas de fuera que no lo conocían. 

Entre los laicos también hubo muchos mártires, como Cesáreo Martínez Recuenco, presidente de la Adoración Nocturna y de las Conferencias de San Vicente de Paúl. O Don Germán Olarieta Crespo, presidente del Tribunal de Menores de Cuenca y veterano de la Adoración Nocturna. En ambos, la acción social siempre estuvo presente. Recordemos también a Don Fernando Muñoz Girón, médico que curaba gratis a los más pobres y les dejaba algún dinero debajo de la almohada; fue fundador del Sindicato Católico Agrícola: por su labor sabía que lo iban a matar. Y una mujer de las tantas que sufrieron el martirio: Soledad Moya Honduvilla que se destacaba por participar directamente en los muchos donativos que hacía la Iglesia. O las hermanas Milagros y Rosa de Silvia y Soria, modelos de piedad y fe junto con su hermano Severiano, que daban trabajo incluso a muchas personas que lo necesitaban al tiempo que vivían con gran austeridad. 

Por último, en cuanto a los religiosos, en la diócesis de Cuenca, en torno a 1936, había 23 casa de congregación con más de doscientas personas dedicadas a la caridad. Se dedicaban a los niños pobres, a los enfermos, y a los ancianos. Lo que demuestra que la diócesis fue y es un ejemplo de riqueza en labor caritativa y social.

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