Eucaristía del día 6 de noviembre desde la Catedral de la Asunción de Barbastro, presidida por don Ángel Pérez Pueyo, obispo de la diócesis.
De la homilía de Monseñor don Ángel Pérez Pueyo:
"En Nazaret se fraguó una nueva forma de vivir para la humanidad.
Saludo especial a los representantes del toda la comunidad cristiana; especialmente a las familias de los mártires. Los mártires no cayeron del cielo con los bolsillos llenos de estrellas, sino que vivieron humanamente en familias. Pero supieron responder con autenticidad a una única pregunta: "¿Desde dónde quieres, Señor, que te ame? ¿Desde dónde quieres, Señor, que te sirva? (Benedicto XVI, a los jóvenes).
El martirio es un regalo de Dios que entra en la vida de una persona fascinándola desde la belleza del Amor, y que suscita una entrega total y definitiva. La entrega les hizo sentirse totalmente libres. De ahí el ansia de martirio que sentían y la prisa por llegar a él.
Cuando las cosas se tuercen, sólo la fidelidad al Padre, el abandono en la fe, en la entrega martirial que vivió el propio Jesús, ayudan a seguir adelante; todo ello indica, que se puede perder, y sin embargo ganar. Así nos lo hicieron ver nuestros mártires.
Leyendo los testimonios de los mártires se pone la piel de gallina:
"Querido hermano, en poco tiempo, que dos gracias señaladas me entrega el Señor, la profesión y el martirio" escribió el Padre Aurelio Boix Cosials, mártir benedictino de El Pueyo. O la carta que Ramón Illa, mártir claretiano de veintidós años, envió a su madre: "Mamá, no cambiaría la cárcel por el don de hacer milagros, ni el martirio por el apostolado, que era la ilusión de toda mi vida".
Todos podemos pensar en algún mártir a través de los que aquí recordamos. Por ellos sabemos que nada se pierde para siempre.
Recordamos los nombres de los mártires de la diócesis de Barbastro-Monzón ya beatificados: el obispo don Florentino Asensio, el "Pelé", los dieciocho benedictino de El Pueyo, los cincuenta y un claretianos del Seminario de Barbastro... y los ponemos como intercesores ante el Padre, por todas la diócesis de España, para que nos esperen en el cielo.
De los 252 mártires, cuyo proceso abriremos al terminar la Eucaristía, 210 fueron sacerdotes; pero la diócesis, a pesar de que perdió el ochenta y dos por ciento de sus sacerdotes y religiosos, volvió a surgir. Eso nos hace seguir en la fidelidad del Evangelio. Los mártires son testigos, la joya de la corona, aquellos que fecundarán la diócesis de nuevas vocaciones; fue toda una diócesis martirial, al igual que lo fue el Seminario de los claretianos.
En el Alto Aragón, en 2015, Don Aquilino Bocos, pronunció: "En Barbastro, regado con la sangre inocente de sus mártires, se escribió una de las partes más bellas del martirologio; como emblema de reciedumbre, la glorificación de estos mártires hace que Barbastro no sea recordado como altar del sacrificio, sino como cátedra elocuente que enseña a sus hijos a morir entre el canto y el perdón".
Y el tomillo: cuando se extrae de la tierra, deja el perfume, y se ha convertido en el símbolo del martirio porque perfuma las manos de quienes cortaron las vidas de nuestros mártires. Simboliza no solo morir perdonando, sino dejando el perfume en quienes los arrancaba de la tierra.
Termino con unas palabras del beato claretiano Faustino Pérez: "Vive inmortal diócesis santa".
Beatos mártires del siglo XX en España, ¡rogad por nosotros!
Mártires del Alto Aragón, rogad por nosotros.