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Octubre de 1936

Turón.

Cuando el viajero -o peregrino más bien- se acerca a Asturias buscando materializados en el paisaje los testigos de los primeros fusilamientos de religiosos durante los años treinta, hay algo en su interior que se revuelve. Según se llega a Mieres, empieza a escrutar con la vista el lugar donde ocurrió todo... y busca alguna pista, no sin dificultad porque no hay nada que indique el camino hacia esa tierra que recibió los cuerpos de los ya Santos de Turón.

Después de largo rato, pasando quizá por el mismo sitio varias veces, aparca el coche en un hueco de la cuneta y sale con expresión victoriosa ante las tapias del cementerio. Allí, junto a la puerta incrustada en un muro de piedra, hay una lápida en la que están escritos los nombres de los hermanos de la Salle y del sacerdote pasionista que entregaron la vida justo en ese lugar... y al pensar "en ese lugar" la expresión del viajero cambia tratando de doblegar las lágrimas que comienzan a anudarse en la garganta. Y surge el deseo de arrodillarse y rezar largo rato sobre el cemento que cubre el lugar santo. Hace frío -ese frío húmedo del norte- pero el suelo está caliente. Y el peregrino se inclina y lo besa con el respeto del que se siente pequeño ante la grandeza del Amor allí derramado. Luego, levanta la vista al cielo, mira alrededor y trata de imaginar cómo ocurrió todo; por dónde vendrían caminando, cómo sería la Luna y cómo relumbrarían los ojos de los que allí vencieron a la muerte de la mano de Dios. 

Tras esto, el viajero se aleja volviendo la mirada una y otra vez, tratando de atesorar en su corazón aquello que ha vivido; el milagro del perdón tintineando aún en el aire. Porque allí se respira algo inexplicable, una cercanía al cielo que se palpa en la tierra y el paisaje que sostiene, testigos mudos del inicio de la historia de Amor y entrega que vivió la Iglesia española en los años treinta.

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Los hermanos de la Salle y el sacerdote 

Los hermanos de la Salle habían dado clase en el Colegio de Nuestra de Covadonga de Mieres. Pero desde la nueva ley de 1933 por la que se prohibía la enseñanza religiosa de los colegios, fueron desplazados. Cuando la sociedad de Instrucción Popular alquiló los antiguos centros religiosos, los hermanos fueron contratados como seglares. 

Allí enseñaban a los hijos de los mineros y demás trabajadores de la industria de las minas de hulla que se multiplicaban por la zona. Era gente sin recursos que entre los hermanos encontraban una salida para el analfabetismo y la miseria. 

A principios de octubre de 1934, establecido el Comité revolucionario en Mieres, los milicianos fueron a buscar a los hermanos de La Salle y al padre Inocencio y los llevaron a una cárcel improvisada del pueblo. Allí pasaron sus últimos días junto con otros jóvenes de Acción Católica. En ningún momento ocultaron su condición de religiosos -pues vestían de paisanos- ni flaquearon al saber que su destino era el martirio. Algunos vecinos de Turón, antiguos alumnos de los hermanos, intentaron parar aquel crimen, pero no lo consiguieron.

En la madrugada del 9 de octubre, los condujeron hacia el cementerio y le ordenaron que se dispusieran a lo largo de una zanja que habían cavado para enterrar sus cuerpos. Ninguno vaciló y en ninguno de sus rostros se dibujó el odio, sino gestos de perdón y alegría porque allí iniciarían su camino al Padre. 

A día de hoy, sus restos pueden ser venerados en un panteón del monasterio de Santa María de Bujedo (Burgos), cuna de la Congregación de los Hermanos de La Salle en España. Fueron canonizados por Juan Pablo II en 1999. Su fiesta se celebra el 9 de octubre. 

Y nos damos cuenta que con su gesto, actitud y recuerdo, nos muestran el verdadero camino para seguir a quien sabemos es nuestro Camino, Verdad y Vida: Cristo Jesús.

Su muerte -dice él mismo testigo- fue obra de unos cuantos desalmados, pues el pueblo no hubiera consentido que asesinaran a los maestros de sus hijos

«Os matamos por haber enseñado la fe católica»

Aún sabiendo que Asturias era una zona peligrosa, y sabiendo que podían ser asesinados, decidieron venir y poner en marcha este colegio, pasara lo que pasara. 

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